30 junio 2012

La exposición escrita de un trabajo


Comprende tres fases:

1       .      Redactar un borrador del escrito de acuerdo con la estructura planteada, procurando:
·         Organizar su contenido en presentación, desarrollo y conclusión
·         Emplear el léxico adecuado, recurriendo en caso necesario a tecnicismos, abreviaturas, siglas y acrónimos precisos.
·         Cuidar la sintaxis, empleando párrafos breves expongan una sola idea, construidos fundamentalmente con enunciados simples, sencillos.
·         Utilizar un tono y un registro de lengua formales
·         Cuidar la corrección y la coherencia, tanto de las ideas expuestas como en los elementos lingüísticos utilizados.
2      .      Corregir y retocar el escrito hasta darle forma definitiva
·         Titularlo adecuadamente
3      .      Preparar y cuidar la presentación final del trabajo de forma que sea clara, ordenada y sugestiva.
·         Hojas A4 encuadernada o en carpeta.
·         Escrito en computadora usando distintos tipos y tamaños de letras.
·         Portada con el título del trabajo, nombre y apellidos del alumnos, asignatura, grupo y fecha de entrega del trabajo
·         Índice de contenido, que puede situarse a continuación de la portada o al final del trabajo.
·         El cuerpo o texto del trabajo propiamente dicho ocupa el grueso de páginas siguientes.  Son importantes:
a.      Número de páginas:  en romanos en portada, índice y presentación y números arábigos en el resto.
b.      Márgenes amplios, 2,5 superior, inferior y derecho y de 3 cm en el izquierdo
c.       Párrafos se señalan con sangría de unos 5 espacios en el margen izquierdo o por una línea en blanco
d.      Títulos, se destacan por el tipo de letra y tamaño, pueden ir centrados o a partir del margen izquierdo
e.      Tipos de letras: la misma para todo el texto, negritas para palabras claves y cursivas para títulos de obras, palabras extranjeras y palabras destacadas por su significación.
f.        Citas textuales, si ocupan menos de tres líneas, se escriben entre comillas y si ocupan más, se escriben en texto independiente, con mayor sangría y menor tipo de letra.
g.      Notas para aclarar o ampliar algo se ponen numeradas a pie de página o al final del capítulo o del trabajo.
h.      Ilustraciones (fotografías, dibujos, gráficos, mapas, etc.) se sitúan en los lugares correspondientes del texto y deben llevar u pie indicando a qué se refiere y, en su caso, la procedencia.
·           Los apéndices, anexos, glosarios de términos que contienen información adicional, se sitúan a continuación cuando son necesarios.
·           Bibliografía consultada se pone ordenada alfabéticamente al final del trabajo.

Extractado de: Sánchez Pérez, Arsenio. “Taller de Lectura y Redacción I”, Thomson. México.


Para escribir un informe



  1. Prepara un esquema. Escribe un resumen de lo que quieres hacer. Puedes elaborar un mapa conceptual como una alternativa, basado en una lista en forma de esquema. Considera incluir:
    • Título.
    • Subtítulos.
    • Una estructura de párrafos organizada.
    • Introducción
    • Diferentes tipos de letra.
    • Imágenes y diagramas
      • Leyendas.
      • Etiquetas.
    • Cuadros y listas.
    • Cuerpo del informe con sus títulos, detallando tu investigación, las ideas y tu argumentación. Mantén entre 3 y 5 temas diferentes.
    • Resumen y /o conclusión.
    • Bibliografía
      • Libros de texto.
      • Libros y enciclopedias.
      • Sitios web.
      • Videos y documentales.
2.    Comienza buscando información de soporte que necesitarás para respaldar tu trabajo.
    • Revisa las bibliotecas, páginas web con información confiable (páginas web que terminan en .edu o en .gov son buenas opciones, y artículos de revistas), e investiga a través de libros para que desarrolles un conocimiento sólido de tu área temática.
    • Toma notas sobre tus artículos de interés. Puedes limitar tu idea a un tema específico en el cual deseas centrar tu tesis.
3.    Una vez que tengas una idea del propósito de tu informe, escribe una declaración de tesis. Es importante establecer una tesis del trabajo desde el principio para que puedas asegurarte de que toda tu investigación posterior no se desvíe del tema a tratar.
    • La declaración de la tesis resume lo que quieres mostrar en tu informe. Todas tus oraciones posteriores de los párrafos del cuerpo deben estar amarradas a esta tesis.
    • Al mismo tiempo, tu tesis también debe dar al lector un adelanto de lo que vas a estar hablando, enumerando los puntos principales de los párrafos del cuerpo de tu trabajo.
4.    Lleva a cabo una investigación específica. Ahora que has resumido el tema y sus argumentos, puedes empezar a mirar fuentes que apoyen tus puntos.
    • Utiliza por lo menos una tarjeta de índice para tomar notas de cada fuente. Anota los números de las páginas claves dónde vas a extraer información. No solo debes tomar notas, sino debes escribir en tus propias palabras lo que quieres decir para no entrar en riesgo de plagio.
    • Incluye diagramas, tablas, listas y dibujos de acuerdo al tema que estés tratando. Es una ayuda importante para el lector especialmente si estás escribiendo un informe científico.
5.    Compila las fuentes en una bibliografía. Completar esta información a medida que desarrollas la investigación; te va a simplificar el proceso.

6.    Escribe un borrador. Asegúrate de seguir el esquema que elaboraste inicialmente y ve incorporando la información de soporte que hayas encontrado para tu investigación.
    • Concéntrate en la síntesis de tu investigación en relación con tu tesis y los enunciados  sobre el tema.
    • Si tu profesor requiere los textos citados, incorpóralos a tu informe a medida que escribes. Consulta las tarjetas de índice y confirma que la fuente original evidencia correctamente la idea que colocas en tu informe.
    • Asegúrate de seguir las especificaciones de estilo, y  un formato específico que puedes darle tú o estar de acuerdo a lo que se te solicite. (Generalmente Arial o Times New Roman 12, interlineado 1.5)
7.    Revisa tu borrador. Imprime tu borrador y léelo en voz alta, marcando las secciones, párrafos o enunciados que te gustaría cambiar. Realiza estos cambios en la copia electrónica de tu trabajo, imprímelo de nuevo y repite el proceso.
    • Concéntrate en asegurar que el flujo de la organización de tu informe tiene sentido.
    • Asegúrate de que las pruebas presentadas en tu trabajo se han analizado correctamente. Si citas una fuente o incorporas estadísticas de investigación, las frases posteriores deben ser redactadas con tus propias palabras apoyando tu idea.
    • Ten cuidado con la ortografía, gramática y la puntuación, pero no te centres en ellos a efectos de perder el verdadero contenido, pero recuerda que son importantes y el mal empleo de un signo de puntuación o un error ortográfico puede cambiar el sentido.
8.    Imprime y comprueba si hay errores finales. Encuaderna tu informe si lo consideras apropiado, o puedes colocarlo en una carpeta para darle un toque profesional.

Consejos
  • Es posible que lleves más de dos tarjetas de notas para tu investigación: una para los libros y otra para Internet.
  • Pídele a alguien que revise y te haga una crítica constructiva.
  • Cuando se utiliza la información de Internet, asegúrate de que se trata de una fuente confiable.
Advertencias
  • No dejes tu investigación para el último momento. La creación de informes lleva más tiempo de lo que parece.
  • No comiences a arreglar la estética de tu informe hasta que no hayas terminado de escribir toda la información.
 Necesitarás
  • Libros y otras fuentes de investigación.
  • Tarjetas de notas.
  • Orientación de un experto en el tema.

Funciones del lenguaje


Hay que tener presente que, en un mensaje se puede encontrar más de una función pero siempre hay una predominante. 


02 junio 2012

Curiosidades ortográficas


No es lo mismo ser un buen físico-químico que ser un químico con buen físico.
Si una coz es una patada, ¿un niño precoz será el que se encuentra en el estado previo a descargar sobre otra persona la fuerza de sus pernas?
Si tengo una cita y me equivoco ligeramente con la hora, ¿cometo una equivocación cita?
No es lo mismo ver ATC por televisión, que pedirle a alguien: “Átese para ver televisión”
No es lo mismo ser gloriosa que llamarse Gloria y ser una osa.
No es lo mismo llorar por la pérdida definitiva de una mujer, que porque la mujer está perdida definitivamente.
No es lo mismo estarle yendo a decir algo, que estar leyendo algo para decirle.
No es lo mismo hablar de las hebras de la vida que de la vida de las cebras.
No es lo mismo decir que hay firmeza que: “Firme esa ahí”
No es lo mismo decir que él tuvo frío que el tubo se enfrió.
No es lo mismo decir que el turbo es lento que decir que es turbulento.
No es lo mismo pedirle a alguien que sea tranquilo que decirle que trabaje sereno.
Es muy distinto jugar al baloncesto que jugar al balón con los de sexto.
¿Nonagésima será la abuela a la que tuvieron la ocurrencia de poner de nombre Gésima?
Si un día te crecen alas y mientras subís por el aire te preguntás qué estás haciendo, decite simplemente: “Asciendo”
Si tener exclusividad es ser exclusivo, y expresarse bien es ser expresivo, ¿llevar bien el compás será “ser compasivo”?


En: “El puente de la ortografía”, 1991,  Santillana.

Géneros discursivos


Géneros discursivos
Fuente: Centro Virtual Cervantes © Instituto Cervantes

Denominamos géneros a formas de discurso estereotipadas, es decir, que se han fijado por el uso y se repiten con relativa estabilidad en las mismas situaciones comunicativas. Por ello, son formas reconocibles y compartidas por los hablantes, quienes identifican los géneros sobre todo por su formato externo y por el contexto en que se suelen producir; cada género discursivo responde a la necesidad de conseguir de forma satisfactoria una intención comunicativa determinada. Son los géneros discursivos los que distinguen una carta comercial, de un sermón, una noticia periodística, una receta, una conferencia, un brindis, un contrato o una entrevista radiofónica, por ejemplo.
Los textos que pertenecen a un mismo género discursivo se han desarrollado históricamente en una comunidad de hablantes, dentro de un ámbito social o profesional, y comparten una misma forma de organizar la información y un mismo conjunto de recursos lingüísticos (registro, fraseología, etc.). El uso de los conocimientos lingüísticos y discursivos típicos de un género es convencional, esto es, está estandarizado y viene establecido por la tradición.
La noción de género se remonta a la Antigüedad clásica. La retórica griega establecía, como respuesta a las necesidades de administrar la vida de la ciudad y los conflictos comerciales, tres grandes géneros de discurso: el género deliberativo para la asamblea, el género judicial para el tribunal y el género epidíctico para las ceremonias. En la tradición de la crítica literaria se han elaborado clasificaciones para los textos literarios, atendiendo a criterios diversos: según la composición, la forma y el contenido (se distingue entre poesía, teatro, novela y ensayo); según el modo de concebir la representación de la realidad (géneros románticos, realistas, naturalistas, surrealistas, etc.); o según la organización enunciativa de los textos (géneros fantásticos, autobiográficos, novela histórica, etc.).
En el análisis del discurso y la lingüística del texto, se aplica el concepto de género para la descripción de los textos en general, y no solo los literarios. M. Bajtín (1952-53), deslingándose de la tradición literaria, plantea de forma novedosa el estudio de los géneros discursivos en relación con las que él llama «esferas de actividad social» de cada comunidad de hablantes. Según este lingüista ruso, la riqueza y diversidad de los géneros discursivos es inmensa, porque las posibilidades de la actividad humana son inagotables y en cada ámbito de uso (comercial, científico, familiar, etc.) existe un amplio repertorio de géneros discursivos que se diferencia y crece a medida que se desarrolla y se hace más compleja cada situación de comunicación. En este sentido, Swales (1990) y J. M. Adam (1999) han destacado el carácter histórico y cultural de los géneros discursivos: por un lado, los géneros pueden cambiar y desarrollarse para responder a los cambios sociales (ello explica, por ejemplo, la aparición de géneros nuevos, como los géneros electrónicos: chat, foro de discusión, etc.); por otro lado, en cada cultura las características discursivas y lingüísticas de un mismo género pueden variar (es el caso de la entrevista televisiva, un género muy marcado culturalmente).
Los géneros discursivos son –según la definición del lingüista soviético Mijail Bajtín– “tipos relativamente estables de enunciados”, es decir, tienen rasgos que se mantienen de manera más o menos constante, lo que nos permite distinguirlos y a los que resulta útil considerar a la hora de analizarlos.
Los criterios que se han utilizado en la lingüística del texto y el análisis del discurso para clasificar los géneros discursivos varían según el punto de vista teórico adoptado. Una distinción establecida en la lingüística textual es la que diferencia entre géneros discursivos (también llamados clases textuales en la lingüística germánica) y tipos de texto. Los tipos de texto son formas textuales definidas por sus características internas (estructurales y gramaticales), resultado de una conceptualización que persigue clasificar los textos en un sistema tipológico cerrado. En cambio, los géneros discursivos se definen pragmáticamente según parámetros externos, es decir, contextuales (propósito comunicativo, papel y estatus del emisor y del receptor, tipo y modo de interacción) y, a diferencia de los tipos de texto, no constituyen un repertorio cerrado de formas, sino que los géneros están abiertos, como se ha dicho, a los cambios sociales y culturales.
Para la enseñanza y aprendizaje didáctico de segundas lenguas, dos tipos de descripción son relevantes:
• caracterizar rasgos textuales típicos o convencionales de cada género discursivo (tipo de información, organización del contenido, marcas de emisor y receptor, registro, etc.), rasgos recurrentes y reconocidos por los participantes en una determinada actividad comunicativa; ello permite identificar correlaciones entre forma lingüística-función discursiva pedagógicamente útiles;
• explicar esta caracterización en el contexto tanto de las restricciones socioculturales como de las restricciones cognitivas que operan en cada ámbito de uso, en el sentido de que en cada cultura y comunidad de hablantes un mismo género discursivo (un testamento, una entrevista televisiva, un examen, por ejemplo) puede presentar unas normas o reglas formales y temáticas distintas a las fijadas por el uso en otro contexto sociocultural.


Contexto discursivo

El contexto discursivo es el conjunto de factores extralingüísticos que condicionan tanto la producción de un enunciado como su significado. Comprende un conjunto amplio y complejo de elementos, desde las circunstancias de espacio y tiempo en las que tiene lugar el evento comunicativo hasta las características, expectativas, intenciones y conocimientos de los participantes de dicho evento.
El hecho de que la situación en la que se produce un enunciado condiciona tanto su forma como el modo en que se interpreta fue un descubrimiento que la lingüística moderna hizo en época muy temprana. En efecto, a principios del siglo XX algunos estudiosos de la antropología lingüística, como Sapir o Boas, se interesaron por el conocimiento de lenguas en aquel momento poco conocidas, y en sus investigaciones enseguida se percataron de que para comprender y usar una nueva lengua no bastaba con aprender el código lingüístico, sino que se debía aprender mucho más. Poco más tarde, ya concluido el primer tercio del siglo, el estudio sistemático de los factores que forman parte del contexto discursivo fue objeto de las primeras descripciones sistemáticas en la obra del lingüista británico J. R. Firth. Posteriormente, con la teoría de los Actos de habla, la formulación del Principio de cooperación de H. P. Grice y los sucesivos desarrollos de las diversas escuelas del análisis del discurso, el concepto de contexto ha pasado a ocupar un lugar central en el estudio de la lengua en uso.
En la actualidad el término «contexto discursivo» designa realidades diversas, en función de la adscripción teórica de los autores que lo utilizan. En su sentido más restrictivo, el término alude únicamente a las circunstancias de espacio y tiempo en las que tiene lugar la comunicación, para las que algunos autores reservan el término «contexto comunicativo»; en un sentido más amplio, sin embargo, se incluyen también factores sociales, culturales y cognitivos relativos a los participantes del intercambio comunicativo. Según esta última visión, el contexto discursivo comprende, al menos, los siguientes tipos de factores interrelacionados:

Contexto espacio-temporal: se trata del entorno en el que tiene lugar la comunicación, e incluye las coordenadas espaciales y temporales en las que se produce un enunciado. Esta información tiene una especial relevancia para interpretar elementos deícticos, como los adverbios de lugar (aquí, allí) o de tiempo (ahora, hoy), las personas del discurso (yo, tú, él) o los tiempos verbales.
Contexto situacional: comprende tanto las circunstancias que perciben los interlocutores mientras hablan como el mismo discurso que van produciendo, que construye un contexto al que los emisores se pueden referir. En este sentido, en la producción y comprensión del discurso no sólo influye lo que los hablantes dicen, sino también lo que hacen, lo que ocurre mientras hablan y el hecho mismo de que lo hagan.
Contexto sociocultural: también condicionan la forma y la interpretación de un mensaje las características sociales de los interlocutores, que tienen por ejemplo una importancia decisiva en el empleo de fórmulas de cortesía.
Contexto cognitivo: incide finalmente en la comunicación el conocimiento del mundo que poseen y comparten los hablantes, así como las intenciones que persiguen en su acto comunicativo o que presuponen en su interlocutor.
En la enseñanza y aprendizaje de segundas lenguas, la toma en consideración del contexto ha ido estrechamente unido a la creciente importancia que han tenido las aproximaciones del análisis del discurso en la formulación de propuestas de base comunicativa. En concreto, ha tenido gran influencia en el abandono de los modelos centrados exclusivamente en la enseñanza de formas lingüísticas en favor de otros modelos que pretenden desarrollar la competencia comunicativa, puesto que ésta implica una consideración de los factores contextuales que inciden en la comunicación.

Intención comunicativa

La intención comunicativa es el propósito, la meta o finalidad que quiere conseguir, por medio de su discurso, el participante de un acto comunicativo. La intención modela el discurso del emisor, puesto que sus actos lingüísticos irán encaminados a lograr el propósito que persigue (aunque sea de forma inconsciente), a la vez que también influye en la interpretación del receptor.
La Retórica clásica ya partía de la naturaleza intencional del discurso, destinado a influir en el destinatario. Sin embargo, en planteamientos más recientes el desarrollo histórico del estudio de la intención comunicativa como factor que interviene decisivamente en la comunicación humana tiene su origen en la teoría de los actos de habla, propuesta en primer lugar por el filósofo británico J. L. Austin y desarrollada más tarde por el también filósofo J. Searle. Según esta teoría, comunicarse es una forma de actividad, de modo que los diversos tipos de actos de habla posibles (por ejemplo, asegurar, pedir, explicar...) responden a intenciones distintas (convencer, obtener algo, dar información...). En otros términos, la comunicación humana tiene como objetivo fundamental el conseguir determinados fines por medio del uso de la lengua, de tal modo que la actuación lingüística se compone de una serie de actos encaminados a la consecución de esos fines.
La importancia que la intención tiene en la comunicación humana, no obstante, no puede comprenderse de una manera cabal atendiendo únicamente al emisor del enunciado, sino que debe tomarse en consideración también el papel que desempeña el receptor. Éste, efectivamente, participa de una manera activa en la construcción del significado discursivo, puesto que presupone que el emisor hace uso de la lengua con un fin determinado, e interpreta el discurso del emisor en función de la hipótesis que hace sobre cuál es esta intención. Las presuposiciones del receptor constituyen un mecanismo fundamental en el proceso de inferencia que permite resolver las implicaturas conversacionales. Por ejemplo, ante una pregunta como [—¿Tienes hora?] el receptor debe interpretar que quien formula la pregunta no sólo está interesado en saber si lleva un reloj a la hora, sino que infiere que la intención del emisor es conocer la hora.
La comprensión del papel que la intención desempeña en la comunicación humana ha tenido gran importancia en el desarrollo de las diversas teorías del análisis del discurso. En este sentido, un dato que reviste especial importancia para la enseñanza es que las diferentes lenguas codifican de forma distinta las intenciones de los hablantes. Por ello, aprender una segunda lengua no consiste únicamente en adquirir formas lingüísticas, sino en conocer el valor que dichas formas tienen en el idioma. Esta idea está en la base del enfoque nocional-funcional y de los enfoques comunicativos en la enseñanza de segundas lenguas, que no programan el aprendizaje a partir de las formas lingüísticas sino a partir de situaciones de uso en las que prototípicamente se persiguen objetivos comunicativos determinados.

Bibliografía básica

1. Bajtín, M. (1952-53). «El problema de los géneros discursivos». En M. Bajtín. Estética de la creación verbal.
México: Siglo XXI, 1979, pp. 248-293.
2. Calsamiglia, H. y Tusón, A. (1999). Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso. Madrid: Ariel.
3. Castellà, J. M. (1996). «Las tipologías textuales y la enseñanza de la lengua. Sobre la diversidad, los límites y algunas perversiones». En Textos de Didáctica de la Lengua y de la Literatura, 10, pp. 23-31.
4. Instituto Cervantes (2006). Plan curricular del Instituto Cervantes. Niveles de referencia para el español. Madrid: Instituto Cervantes/Biblioteca Nueva, S.L.

Bibliografía especializada

1. Adam, J. M. (1999). Linguistique textuelle. Des genres de discours aux textes. París: Nathan/HER
2. Ciapuscio, G. E. (1994). Tipos textuales. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, Enciclopedia Semiológica.
3. Eggins, S. y Martín, J. R. (1997). «Géneros y registros del discurso». En Van Dijk, T.A. (comp.). (2000). El discurso como estructura y proceso. Barcelona: Gedisa, pp. 335-371.
4. Swales, J. (1990). Genre Analysis: English in Academic and Research Settings. Cambridge: CUP.

Fuente: Centro Virtual Cervantes © Instituto Cervantes

BERNÁRDEZ, Enrique. 1982. INTRODUCCIÓN A LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO. ED. ESPASA-CALPE. MADRID. (Pág. 77 a 85).


3.2 DEFINICIÓN DEL TEXTO
3.2.1. Definiciones tradicionales

Decimos que «texto" es un concepto nuevo, pero, sin embargo, la palabra texto es muy
antigua (aparece, según el diccionario etimológico de Corominas, en el siglo XIV en castellano), y figura en diccionarios en términos lingüísticos anteriores a la lingüística textual. Pero ese concepto
de texto que allí encontramos se diferencia bastante del que hoy día se le da. Veremos a continuación, algunas definiciones de carácter tradicional.
Lázaro Carreter, en su Diccionario de términos filológicos, define el texto, siguiendo a
la glosemática, como:
«... todo conjunto analizable de signos. Son textos, por tanto, un fragmento de una
conversación, una conversación entera un verso; una novela, la lengua en su totalidad,
etc.» (P. 39l).
Para los autores de1 Diccionario de Lingüística (Dubois et al.. 1973: 600), texto es:
1. «... el conjunto de enunciados lingüísticos sometidos al análisis: el texto es, por
tanto, una muestra de comportamiento lingüístico que puede ser escrito o hablado..."
2. L. Hjelmslev toma la palabra texto en su sentido más amplio y designa con ella
un enunciado cualquiera, hablado o escrito, largo o breve, antiguo o moderno. «Stop» es
un texto al igual que El Cantar del Mío Cid. Todo material lingüístico estudiado forma
igualmente un texto... Constituye una clase analizable en géneros, a su vez divisibles en
clases, y así sucesivamente hasta agotar las posibilidades de división.
Por su parte, en su Slovar'-spravocnik lingvisticeskih terminov D. E. Rozental' y M. A.
Telenkova definen el texto como:
«producto del habla (enunciado) reproducido por escrito» (p. 483).
Encontramos, por un lado, el significado más tradicional de «texto como cualquier
producto del habla», también el de «texto como corpus» y, finalmente, el de «texto como producto escrito».
Evidentemente, estas definiciones, no coincidentes plenamente unas con otras, no nos
sirven como definición del objeto «texto» de que se ocupa la lingüística textual. No se puede limitar al texto carrito, porque el hablado también se considera «texto»; tampoco es «corpus", porque no es simplemente el lugar donde empezamos el estudio para obtener otras unidades lingüísticas que nos puedan interesar más, sino que es el texto mismo el centro de interés; realmente, tampoco es «cualquier producto del habla», porque esto no nos permitiría distinguir el texto de la palabra, la frase, el párrafo, etc. Es preciso, en consecuencia, buscar otras definiciones.

3-2.2. Definiciones de texto en la lingüística textual

Si buscamos entre las definiciones de «texto» realizadas dentro de la misma lingüística
textual, también encontraremos diferencias considerables que, naturalmente, reflejan las existentes entre las diversas tendencias de la disciplina.

En Petöfi, ed. 1979, se presentan numerosos ensayos de definición del texto desde
perspectivas muy distintas. Por otra parte casi la totalidad obras importantes de lingüística textual se detienen más o menos extensamente en la cuestión de cómo definir el término.
Presentaremos a continuación, extraídas de entre más de cincuenta que hemos podido
encontrar, varias definiciones que estructuramos cronológicamente. No es preciso recordar que no se trata de una lista exhaustiva.
1) Con «texto» puede designarse todo aquello que es lenguaje en forma comunicativa o
social, es decir, referida al interlocutor (Schmidt, 1971: 39; citando a Hartmann).
2) Podríamos definir el texto como el mayor signo lingüístico (Dressler. 1973: 12).
3) «Texto» es un mensaje objetivado en forma de documento escrito, que consta de
una serie de enunciados unidos mediante diferentes enlaces de tipo léxico, gramatical
y lógico. Tiene carácter modal bien definido, orientación pragmática y una adecuada
elaboración literaria (Gal'perin, 1974. 7).
4) El texto es un sistema de enunciados que se entienden como oraciones actualizadas. Es producto de la actividad lingüístico-espiritual del hombre, se nos aparece como
una unidad especial de características semánticas y estructurales, y cumple funciones
comunicativas en las relaciones humanas, en el terreno de lo material, la superestructura, y lo espiritual (Sakov, 1974: 13).
5) Entenderemos por texto... un complejo de signos lingüísticos que muestra al menos las características siguientes: sucesión de oraciones ordenada, integrada, finita, continua, construida de acuerdo con las reglas de la gramática, que el productor (o los varios productores) pretende que sea semánticamente cerrada, y que proporcionan el desarrollo lineal del desenvolvimiento de un tema a partir de su núcleo temático (Agricola, 1976: 13).
6) El texto es la forma primaria de organización en la que se manifiesta el lenguaje
humano. Cuando se produce una comunicación entre seres humanos (hablada/escrita) es en forma de textos. Como la comunicación humana es siempre una acción social, el texto es al mismo tiempo la unidad por medio de la cual se realiza la actividad lingüística en tanto que actividad social-comunicativa. Un texto es, en consecuencia, una unidad comunicativa, o sea, una unidad en la que se organiza la comunicación lingüística (Isenberg, -1976: 54)
7) Entenderemos por texto un signo lingüístico, es decir, una ordenación de contenidos
conceptuales como reflejos de hechos y fenómenos de la realidad, y sucesiones de
sonidos o grafemas, realizada de acuerdo con un determinado plan de actividad
(reglas de composición del texto o reglas de desarrollo de un tema) y realizada
mediante las reglas del sistema de la lengua. Todo texto es, en consecuencia, la
nominación de un determinado suceso, proceso, hecho, estado o situación de la
realidad, representa una sucesión de enunciados que refleja los objetos y situaciones
de la realidad y las relaciones realmente existentes, o potenciales, entre los mismos.
Los textos son resultado de la actividad lingüística del ser humano. Pero como la
actividad lingüística es una actividad productiva, creadora, con fines sociales..., todo
texto cumple, conjuntamente con la función de nominación..., una determinada
función comunicativa. Los aspectos nominativos y comunicativos están estrechamente relacionados en el texto y se reflejan de manera específica en la estructura textual (Vichweger, 1976: 197).
8) Desde el punto de vista de su origen, el texto es producto y obra de la actividad
lingüística «activa» (así como de las actividades unidas a ella) del ser humano, desde
el punto de vista de su funcionamiento el texto es objeto de la percepción e interpretación por el receptor. El texto posee propiedades características para todos los productos humanos con función social... (Hausenblas, 1977: 147-148).
9) (Concebimos) el texto como producto del acto del habla, como discurso en el que se
produce un mensaje y se proyecta una práctica significante centrada en un aquí ahora
configurado a su vez por un yo que le da origen; surgirá como vestigio material de la dinámica del conjunto de relaciones que se establecen y entrecruzan entre los diferentes polos del acto verbal (Fonseca/Fonseca 1977: 113).
10)... el texto es un conjunto verbal funcional completo, un «acto de haba"... el texto es el habla-estructurada y al mismo tiempo el conjunto comunicativo superior (Kozevniková, 1979: 28. 50).
11) El texto es una unidad lingüística específica que no puede considerarse sólo como un conjunto de proposiciones (A. A. Revzin, según Revzina/Srejder, 1979: 175).
 Estas once definiciones de texto muestran, a nuestro parecer, las diferentes tendencias que encontramos en los diversos practicantes de la disciplina (aunque falten en la presente lista autores tan destacados como Gindin, Petöfi, T.A. van Dijk, etc.), de forma que cualquier otra definición podría hacerse coincidir con una o varias de las presentadas. Por otro lado, no podemos olvidar la tendencia, manifiesta en época reciente, a considerar imposible, como señalamos al principio de este capítulo, una definición del texto a priori (en este sentido, se manifiestan los autores de Problemen der semantischen Analyse (1977: 369), G. Klimonow (1977: 184) y otros muchos.)
Si analizamos las definiciones presentadas, veremos que, salvo en el caso de Gal'perin, quien considera texto tan sólo el escrito de carácter literario, desaparecen las definiciones tradicionales del tipo de las que vimos en 3.2.1. Pero incluso Gal'perin trasciende la  efinición
tradicional, señalando la existencia de elementos pragmáticos.
El criterio más frecuente en las definiciones que hemos presentado es que el texto posee una función comunicativa y social de especial importancia (sobre todo en 1, 4, 6, 7), y que es producto de la actividad verbal (4, 6, 8, .9, l0); se indica asimismo, el carácter del texto, como signo lingüístico superior (2, 5, 7). Los diversos autores ponen de relieve, además, otras
características como son su carácter de unidad lingüística, su "cierre" semántico/comunicativo, el hecho de estar formado por un conjunto de oraciones/proposiciones enlazadas, etc. Una
diferencia importante está en que en algunas definiciones (3, 4, 5) se señala explícitamente que todo texto está formada por una sucesión de frases, mientras que en las restantes no se hace mención de ello, pues son otros aspectos los que interesan (recuérdese a este respecto la distinción entre tipos de lingüística del texto que hicimos en 1.3).

3.2.3. Texto como unidad comunicativa

Si tomamos los criterios obtenidos de nuestras once definiciones, tendremos la base de las demás existentes hoy día, con matices diferentes. Estos criterios (que, según los autores, pueden aparecer separadamente o en combinación) son los siguientes:
1) texto como unidad comunicativa
2) texto como (producto de) actividad
3) texto como sucesión de oraciones
4) texto como signo lingüístico,
5) otros criterios (cierre semántico, existencia de relaciones internas, etc.).
Por regla general, como ya vimos en el capítulo primero, son los tres primeros criterios los fundamentales hoy día. Siguiendo las líneas teóricas generales de que nos valemos en este libro, una definición correcta del texto deberá ser la que incluya el carácter comunicativo y de actividad del texto. Como señalamos en el capítulo 2, si consideramos el lenguaje primordialmente como medio de comunicación, la forma más adecuada de estudiarlo es por medio de la teoría de la actividad. De forma que los criterios 1) y 2) no son, en realidad, dos criterios diferentes, sino que se encuentran en estrecha interdependencia, pues aquí consideramos que la comunicación es una forma de actividad (social).
No debe pensarse, sin embargo, que con los criterios indicados podemos llegar a una
definición precisa de texto. Por ejemplo, podemos proponer una definición del tipo:
«el texto es la unidad comunicativa del lenguaje que se manifiesta en forma de
sucesión coherente de oraciones."
Para que esta definición fuera válida, tendríamos que poder especificar el significado de
términos como "unidad", «sucesión de oraciones», "coherente», etc., lo que de momento no parece del todo posible.
Posiblemente, y pese a los años transcurridos, el planteamiento más completo de la
cuestión de cómo definir un texto es el artículo de Sergej I. Gindin «La unidad ontológica del texto y los tipos de organización intratextual» (Gindin, 1971b). No podemos extendernos aquí en un análisis completo de este artículo, pero si debemos poner de relieve algunos puntos importantes.
En primer lugar, Gindin señala que una definición del texto sólo es posible "con ayuda de categorías pragmáticas" (p225; citamos según la paginación de la edición alemana en Jelitte, ed. 1976). Gindin propone como punto de partida el hecho de que «texto es aquello que el hablante considera texto o que delimita con ayuda de signos especiales» (227). De aquí se concluye que es fundamental en el texto la intención comunicativa del hablante. Es decir, el texto es precisamente porque el hablante quiere que lo sea; de manera que desde este punto de vista, texto podrá ser una sola oración o una sucesión de oraciones, pues la base fundamental de su carácter textual se encuentra, no en su forma sintáctica superficial sino en la intención comunicativa del hablante. Por ello mismo señala Gindin que «es difícil decidir e cada caso concreto si un determinado "fragmento verbal" es texto, a menos que conozcamos las intenciones, del comunicante, las disposiciones del receptor y el marco correspondiente de la actividad verbal... (228). Así pues, «también el concepto de texto unitario y delimitado se refiere ontológicamente a la pragmática, y sólo puede caracterizarse mediante categorías pragmáticas" (229).
Ideas muy similares aparecen también en la obra de Horst Isenberg (crf. la presentación de su modelo textual en 5.5). Y también se encuentran en la definición que ofrece Pier Marco Bertinetto (1979: 154):
"un T (=texto) puede definirse como cualquier secuencia coherente de signos lingüísticos, producida en forma concreta por un hablante y dotada de una intencionalidad comunicativa específica y una determinada función cultural."
Cesare Segre, por su parte (1979: 77-78), señala que la consideración del texto juntamente con "el contexto pragmático en el que se produjo" es esencial sobre todo al estudiar los textos hablados, "especialmente porque en este caso no puede haber duda, no sólo sobre la mezcla de códigos (verbal, gestual, etc.), sino también sobre la relación entre los objetos y situaciones reales y su representación verbal... en los textos escritos la presencia del contexto pragmático es más vaga..."
Es decir, el texto debe estudiarse en función del contexto no verbal en que se realiza,
según apuntaba Gindin; y en la definición del término habremos de tener en cuenta la existencia de ese factor. La observación de Segre sobre la mayor o menor importancia del contexto no verbal en los distintos tipos de texto no nos interesa aquí. Baste con indicar que pese a lo que señala el estudioso italiano, también es posible (y necesario) considerar los factores pragmáticos que intervienen en un texto escrito, como veremos en el capítulo 7.
Como vemos, la cuestión de cómo definir un texto ha de tener en cuenta, de forma muy
primordial, factores no lingüísticos, lo que ya apuntaba P. Hartmann en 1964 (cfr. definición 1) en 3.2.2), Aquí radica una de las diferencias entre el «nivel» o la «unidad» texto y la oración, como veremos más abajo.

3.2.4. –Resumen

Resumiendo lo antes expuesto, podemos decir que en la definición de texto deberemos

tener en cuenta un conjunto múltiple de factores, entre los cuales consideramos fundamentales, los siguientes:
1) carácter comunicativo: actividad,
2) carácter pragmático: intención del hablante, situación,
3) carácter estructurado: existencia de reglas propias del nivel textual.
Las demás características que pueden señalarse son también de gran importancia, pero
pueden considerarse derivadas de las tres anteriores. Así, el "cierre semántico o comunicativo" es una consecuencia de la intención, comunicativa, que se vale de las reglas de estructuración interna del texto.
No podemos ni queremos proponer una definición más o menos definitiva del texto, en vista de las dificultades que hemos señalado. Nos limitamos a presentar, más que una definición, un conjunto de características del texto que nos permitirá trabajar con este término:
«Texto» es la unidad lingüística comunicativa fundamental,  producto de la actividad verbal humana, que posee siempre carácter social; está caracterizado por su cierre semántico y comunicativo, así como por su coherencia profunda y superficial, debida a la intención (comunicativa) del hablante de crear un texto íntegro, y a su estructuración mediante dos conjuntos de reglas: las propias del nivel textual y las del sistema de la lengua.
Esperamos que a lo largo de las páginas de este trabajo queden suficientemente clarificados los términos que en esta «definición» se utilizan, y que al final del mismo sea posible confirmar o no la misma.