Desde la perspectiva de Sapir la palabra “lenguaje” involucra la práctica
de las lenguas. Así lo destaca en su
definición:
"El lenguaje es un método exclusivamente humano, no instintivo, de
comunicar ideas, emociones y deseos por medio de un sistema de símbolos, ante
todo auditivos, producido de manera
deliberada". (Sapir 1966:14)
Sapir distingue el proceso de adquisición del habla del
proceso de caminar. Caminar -dice- es una función instintiva, biológica,
mientras que el habla es una función no instintiva, adquirida, cultural. El hombre
está predestinado a hablar por que ha nacido en una sociedad.
Para Sapir:
"El habla varía
sin límites precisos, en los distintos
grupos sociales porque es una herencia
puramente histórica del grupo, es producto... de un hábito social, mantenido
desde largo tiempo”. (Sapir 1966: 10).
El lenguaje es para Sapir la faceta exterior del
pensamiento, pero considera que en la práctica cotidiana no se puede pensar ni
razonar sin necesidad de palabras, el lenguaje es el molde del pensamiento: al surgimiento
de un nuevo concepto precede un viejo material lingüístico, y este concepto no
adquiere independencia sino cuando ha encontrado su envoltura lingüística.
En un artículo de 1929
“La place de la linguistique parmi les sciences” (Sapir 1968) manifiesta claramente su visión lingüístico antropológica.
Considera que el estudio científico de una cultura no puede prescindir de las
informaciones que proporciona un estudio lingüístico ya que los modelos
culturales de una civilización están inscriptos en la lengua que la expresa.
Afirma que es un error imaginar que se pueden percibir las características de
una cultura por la simple observación, sin recurrir al simbolismo lingüístico
que hace inteligibles esas características a la sociedad.
Para Sapir la percepción de la realidad está mediatizada por
el lenguaje, la percepción de la realidad está en gran parte fundada inconscientemente
en los hábitos lingüísticos del grupo. Los hombres están sometidos, en gran
medida, a las exigencias de la lengua particular que constituye el medio de
expresión de la sociedad a la cual pertenecen, es inexacto creer que se puede
entrar en contacto con la realidad sin recurrir al lenguaje y que este no es
sino un instrumento que nos permite resolver problemas específicos de
comunicación o de reflexión. No existen dos lenguas suficientemente semejantes
como para que se las pueda considerar como representantes de una misma realidad
social. Los mundos en los que viven las diferentes sociedades son mundos
distintos y no el mismo mundo con diferentes etiquetas.
Si se trazan -dice
Sapir- al azar, líneas de formas diferentes, nuestra percepción las repartirá
en cierto número de categorías: curvas, derechas, en zig-zag, etc. porque los
términos lingüísticos nos sugieren esta clasificación. Esto es porque que los
hábitos lingüísticos de nuestra comunidad favorecen ciertas elecciones de
interpretación. ” (Sapir 1968).
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