Géneros discursivos
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Instituto Cervantes
Denominamos géneros a formas de
discurso estereotipadas, es decir, que se han fijado por el uso y se repiten
con relativa estabilidad en las mismas situaciones comunicativas. Por ello, son
formas reconocibles y compartidas por los hablantes, quienes identifican los
géneros sobre todo por su formato externo y por el contexto en que se suelen
producir; cada género
discursivo responde
a la necesidad de conseguir de forma satisfactoria una intención comunicativa
determinada. Son los géneros
discursivos los
que distinguen una carta comercial, de un sermón, una noticia periodística, una
receta, una conferencia, un brindis, un contrato o una entrevista radiofónica,
por ejemplo.
Los textos que pertenecen a un
mismo género discursivo se han desarrollado
históricamente en una comunidad de hablantes, dentro de un ámbito social o
profesional, y comparten una misma forma de organizar la información y un mismo
conjunto de recursos lingüísticos (registro, fraseología, etc.). El uso de los
conocimientos lingüísticos y discursivos típicos de un género es convencional,
esto es, está estandarizado y viene establecido por la tradición.
La noción de género se remonta a
la Antigüedad clásica. La retórica griega establecía, como respuesta a las
necesidades de administrar la vida de la ciudad y los conflictos comerciales,
tres grandes géneros de discurso: el género deliberativo para la asamblea, el
género judicial para el tribunal y el género epidíctico para las ceremonias. En
la tradición de la crítica literaria se han elaborado clasificaciones para los
textos literarios, atendiendo a criterios diversos: según la composición, la
forma y el contenido (se distingue entre poesía, teatro, novela y ensayo);
según el modo de concebir la representación de la realidad (géneros románticos,
realistas, naturalistas, surrealistas, etc.); o según la organización
enunciativa de los textos (géneros fantásticos, autobiográficos, novela
histórica, etc.).
En el análisis del discurso y la
lingüística del texto, se aplica el concepto de género para la descripción de
los textos en general, y no solo los literarios. M. Bajtín (1952-53),
deslingándose de la tradición literaria, plantea de forma novedosa el estudio
de los géneros discursivos en relación con las que él llama
«esferas de actividad social» de cada comunidad de hablantes. Según este
lingüista ruso, la riqueza y diversidad de los géneros discursivos es inmensa, porque las
posibilidades de la actividad humana son inagotables y en cada ámbito de uso
(comercial, científico, familiar, etc.) existe un amplio repertorio de géneros discursivos que se diferencia y crece a
medida que se desarrolla y se hace más compleja cada situación de comunicación.
En este sentido, Swales (1990) y J. M. Adam (1999) han destacado el carácter
histórico y cultural de los géneros discursivos: por un lado, los géneros pueden cambiar y
desarrollarse para responder a los cambios sociales (ello explica, por ejemplo,
la aparición de géneros nuevos, como los géneros electrónicos: chat, foro de
discusión, etc.); por otro lado, en cada cultura las características
discursivas y lingüísticas de un mismo género pueden variar (es el caso de la entrevista
televisiva, un género muy marcado culturalmente).
Los géneros discursivos son –según la definición del
lingüista soviético Mijail Bajtín– “tipos relativamente estables de enunciados”,
es decir, tienen rasgos que se mantienen de manera más o menos constante, lo que
nos permite distinguirlos y a los que resulta útil considerar a la hora de
analizarlos.
Los criterios que se han
utilizado en la lingüística del texto y el análisis del discurso para
clasificar los géneros
discursivos varían
según el punto de vista teórico adoptado. Una distinción establecida en la lingüística
textual es la que diferencia entre géneros discursivos (también llamados clases
textuales en la lingüística germánica) y tipos de texto. Los tipos de texto son
formas textuales definidas por sus características internas (estructurales y
gramaticales), resultado de una conceptualización que persigue clasificar los
textos en un sistema tipológico cerrado. En cambio, los géneros discursivos se definen pragmáticamente según
parámetros externos, es decir, contextuales (propósito comunicativo, papel y estatus
del emisor y del receptor, tipo y modo de interacción) y, a diferencia de los
tipos de texto, no constituyen un repertorio cerrado de formas, sino que los
géneros están abiertos, como se ha dicho, a los cambios sociales y culturales.
Para la enseñanza y aprendizaje
didáctico de segundas lenguas, dos tipos de descripción son relevantes:
• caracterizar rasgos textuales típicos
o convencionales de cada género
discursivo (tipo
de información, organización del contenido, marcas de emisor y receptor,
registro, etc.), rasgos recurrentes y reconocidos por los participantes en una
determinada actividad comunicativa; ello permite identificar correlaciones
entre forma lingüística-función discursiva pedagógicamente útiles;
• explicar esta caracterización
en el contexto tanto de las restricciones socioculturales como de las restricciones
cognitivas que operan en cada ámbito de uso, en el sentido de que en cada
cultura y comunidad de hablantes un mismo género discursivo (un testamento, una entrevista televisiva, un examen,
por ejemplo) puede presentar unas normas o reglas formales y temáticas
distintas a las fijadas por el uso en otro contexto sociocultural.
Contexto discursivo
El contexto discursivo es el
conjunto de factores extralingüísticos que condicionan tanto la producción de
un enunciado como su significado. Comprende un conjunto amplio y complejo de elementos,
desde las circunstancias de espacio y tiempo en las que tiene lugar el evento
comunicativo hasta las características, expectativas, intenciones y
conocimientos de los participantes de dicho evento.
El hecho de que la situación en
la que se produce un enunciado condiciona tanto su forma como el modo en que se
interpreta fue un descubrimiento que la lingüística moderna hizo en época muy
temprana. En efecto, a principios del siglo XX algunos estudiosos de la
antropología lingüística, como Sapir o Boas, se interesaron por el conocimiento
de lenguas en aquel momento poco conocidas, y en sus investigaciones enseguida
se percataron de que para comprender y usar una nueva lengua no bastaba con
aprender el código lingüístico, sino que se debía aprender mucho más. Poco más
tarde, ya concluido el primer tercio del siglo, el estudio sistemático de los
factores que forman parte del contexto discursivo fue objeto de las primeras
descripciones sistemáticas en la obra del lingüista británico J. R. Firth.
Posteriormente, con la teoría de los Actos de habla, la formulación del Principio de cooperación de H. P.
Grice y los sucesivos desarrollos de las diversas escuelas del análisis del
discurso, el concepto de contexto
ha pasado a ocupar un lugar
central en el estudio de la lengua en uso.
En la actualidad el término «contexto discursivo» designa realidades diversas, en
función de la adscripción teórica de los autores que lo utilizan. En su sentido
más restrictivo, el término alude únicamente a las circunstancias de espacio y
tiempo en las que tiene lugar la comunicación, para las que algunos autores
reservan el término «contexto
comunicativo»;
en un sentido más amplio, sin embargo, se incluyen también factores sociales,
culturales y cognitivos relativos a los participantes del intercambio
comunicativo. Según esta última visión, el contexto discursivo comprende, al
menos, los siguientes tipos de factores interrelacionados:
• Contexto espacio-temporal: se trata del entorno en el que
tiene lugar la comunicación, e incluye las coordenadas espaciales y temporales
en las que se produce un enunciado. Esta información tiene una especial
relevancia para interpretar elementos deícticos, como los adverbios de lugar
(aquí, allí) o de tiempo (ahora, hoy), las personas del discurso (yo, tú, él) o
los tiempos verbales.
• Contexto situacional: comprende tanto las
circunstancias que perciben los interlocutores mientras hablan como el mismo
discurso que van produciendo, que construye un contexto al que los emisores se
pueden referir. En este sentido, en la producción y comprensión del discurso no
sólo influye lo que los hablantes dicen, sino también lo que hacen, lo que
ocurre mientras hablan y el hecho mismo de que lo hagan.
• Contexto sociocultural: también condicionan la forma y la
interpretación de un mensaje las características sociales de los
interlocutores, que tienen por ejemplo una importancia decisiva en el empleo de
fórmulas de cortesía.
• Contexto cognitivo: incide finalmente en la
comunicación el conocimiento del mundo que poseen y comparten los hablantes,
así como las intenciones que persiguen en su acto comunicativo o que presuponen
en su interlocutor.
En la enseñanza y aprendizaje de
segundas lenguas, la toma en consideración del contexto ha ido estrechamente
unido a la creciente importancia que han tenido las aproximaciones del análisis
del discurso en la formulación de propuestas de base comunicativa. En concreto,
ha tenido gran influencia en el abandono de los modelos centrados
exclusivamente en la enseñanza de formas lingüísticas en favor de otros modelos
que pretenden desarrollar la competencia comunicativa, puesto que ésta implica una
consideración de los factores contextuales que inciden en la comunicación.
Intención comunicativa
La intención comunicativa es el
propósito, la meta o finalidad que quiere conseguir, por medio de su discurso,
el participante de un acto comunicativo. La intención modela el discurso del
emisor, puesto que sus actos lingüísticos irán encaminados a lograr el
propósito que persigue (aunque sea de forma inconsciente), a la vez que también
influye en la interpretación del receptor.
La Retórica clásica ya partía de
la naturaleza intencional del discurso, destinado a influir en el destinatario.
Sin embargo, en planteamientos más recientes el desarrollo histórico del
estudio de la intención comunicativa como factor que interviene decisivamente
en la comunicación humana tiene su origen en la teoría de los actos de habla, propuesta en primer lugar por
el filósofo británico J. L. Austin y desarrollada más tarde por el también
filósofo J. Searle. Según esta teoría, comunicarse es una forma de actividad, de modo que los diversos
tipos de actos de habla posibles (por ejemplo, asegurar, pedir, explicar...)
responden a intenciones distintas (convencer, obtener algo, dar
información...). En otros términos, la comunicación humana tiene como objetivo
fundamental el conseguir determinados fines por medio del uso de la lengua, de
tal modo que la actuación lingüística se compone de una serie de actos encaminados
a la consecución de esos fines.
La importancia que la intención
tiene en la comunicación humana, no obstante, no puede comprenderse de una
manera cabal atendiendo únicamente al emisor del enunciado, sino que debe
tomarse en consideración también el papel que desempeña el receptor. Éste,
efectivamente, participa de una manera activa en la construcción del
significado discursivo, puesto que presupone que el emisor hace uso de la
lengua con un fin determinado, e interpreta el discurso del emisor en función
de la hipótesis que hace sobre cuál es esta intención. Las presuposiciones del
receptor constituyen un mecanismo fundamental en el proceso de inferencia que
permite resolver las implicaturas conversacionales. Por ejemplo, ante una
pregunta como [—¿Tienes hora?] el receptor debe interpretar que quien formula
la pregunta no sólo está interesado en saber si lleva un reloj a la hora, sino
que infiere que la intención del emisor es conocer la hora.
La comprensión del papel que la intención desempeña en la comunicación
humana ha tenido gran importancia en el desarrollo de las diversas teorías del
análisis del discurso. En este sentido, un dato que reviste especial
importancia para la enseñanza es que las diferentes lenguas codifican de forma distinta las
intenciones de los hablantes. Por ello, aprender una segunda lengua no consiste únicamente
en adquirir formas lingüísticas, sino en conocer el valor que dichas formas
tienen en el idioma. Esta idea está en la base del enfoque nocional-funcional y
de los enfoques comunicativos en la enseñanza de segundas lenguas, que no
programan el aprendizaje a partir de las formas lingüísticas sino a partir de
situaciones de uso en las que prototípicamente se persiguen objetivos
comunicativos determinados.
Bibliografía básica
1. Bajtín, M. (1952-53). «El
problema de los géneros discursivos». En M. Bajtín. Estética de la creación verbal.
México: Siglo XXI, 1979, pp.
248-293.
2. Calsamiglia, H. y Tusón, A.
(1999). Las
cosas del decir. Manual de análisis del discurso. Madrid: Ariel.
3. Castellà, J. M. (1996). «Las
tipologías textuales y la enseñanza de la lengua. Sobre la diversidad, los
límites y algunas perversiones». En Textos de Didáctica de la Lengua
y de la Literatura,
10, pp. 23-31.
4. Instituto Cervantes (2006). Plan curricular del Instituto
Cervantes. Niveles de referencia para el español. Madrid: Instituto
Cervantes/Biblioteca Nueva, S.L.
Bibliografía especializada
1. Adam, J. M. (1999). Linguistique textuelle. Des
genres de discours aux textes. París: Nathan/HER
2. Ciapuscio, G. E. (1994). Tipos textuales. Buenos Aires: Universidad de
Buenos Aires, Enciclopedia Semiológica.
3. Eggins, S. y Martín, J. R.
(1997). «Géneros y registros del discurso». En Van Dijk, T.A. (comp.). (2000). El discurso como estructura y
proceso.
Barcelona: Gedisa, pp. 335-371.
4. Swales, J. (1990). Genre
Analysis: English in Academic and Research Settings. Cambridge: CUP.
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Muy buena explicación, me sirvió mucho para realizar un Análisis Crítico del Discurso las nociones mencionadas de Bajtín.
ResponderEliminarGracias, excelente material. Me sirvió bastante la clasificación y distinción de los géneros discursivos, según Bajthin y otros especialistas para mi Tesis de Maestría en Lingüística Aplicada.
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