03 abril 2012

E. Sapir. Lenguaje, pensamiento, cultura

Desde la perspectiva de Sapir  la palabra “lenguaje” involucra la práctica de las lenguas.  Así lo destaca en su definición:

"El lenguaje es un método exclusivamente humano, no instintivo, de comunicar ideas, emociones y deseos por medio de un sistema de símbolos, ante todo auditivos,  producido de manera deliberada". (Sapir 1966:14)

Sapir distingue el proceso de adquisición del habla del proceso de caminar. Caminar -dice- es una función instintiva, biológica, mientras que el habla es una función no instintiva, adquirida, cultural. El hombre está predestinado a hablar por que ha nacido en una sociedad.
Para Sapir:

"El habla varía sin límites precisos, en  los distintos grupos sociales  porque es una herencia puramente histórica del grupo, es producto... de un hábito social, mantenido desde largo tiempo”. (Sapir 1966: 10).

El lenguaje es para Sapir la faceta exterior del pensamiento, pero considera que en la práctica cotidiana no se puede pensar ni razonar sin necesidad de palabras, el lenguaje es el molde del pensamiento: al surgimiento de un nuevo concepto precede un viejo material lingüístico, y este concepto no adquiere independencia sino cuando ha encontrado su envoltura lingüística.
En un artículo de 1929  “La place de la linguistique parmi les sciences” (Sapir 1968)  manifiesta claramente su visión lingüístico antropológica. Considera que el estudio científico de una cultura no puede prescindir de las informaciones que proporciona un estudio lingüístico ya que los modelos culturales de una civilización están inscriptos en la lengua que la expresa. Afirma que es un error imaginar que se pueden percibir las características de una cultura por la simple observación, sin recurrir al simbolismo lingüístico que hace inteligibles esas características a la sociedad.
Para Sapir la percepción de la realidad está mediatizada por el lenguaje, la percepción de la realidad está en gran parte fundada inconscientemente en los hábitos lingüísticos del grupo. Los hombres están sometidos, en gran medida, a las exigencias de la lengua particular que constituye el medio de expresión de la sociedad a la cual pertenecen, es inexacto creer que se puede entrar en contacto con la realidad sin recurrir al lenguaje y que este no es sino un instrumento que nos permite resolver problemas específicos de comunicación o de reflexión. No existen dos lenguas suficientemente semejantes como para que se las pueda considerar como representantes de una misma realidad social. Los mundos en los que viven las diferentes sociedades son mundos distintos y no el mismo mundo con diferentes etiquetas.
 Si se trazan -dice Sapir- al azar, líneas de formas diferentes, nuestra percepción las repartirá en cierto número de categorías: curvas, derechas, en zig-zag, etc. porque los términos lingüísticos nos sugieren esta clasificación. Esto es porque que los hábitos lingüísticos de nuestra comunidad favorecen ciertas elecciones de interpretación. ” (Sapir 1968).

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