02 junio 2012

Géneros discursivos


Géneros discursivos
Fuente: Centro Virtual Cervantes © Instituto Cervantes

Denominamos géneros a formas de discurso estereotipadas, es decir, que se han fijado por el uso y se repiten con relativa estabilidad en las mismas situaciones comunicativas. Por ello, son formas reconocibles y compartidas por los hablantes, quienes identifican los géneros sobre todo por su formato externo y por el contexto en que se suelen producir; cada género discursivo responde a la necesidad de conseguir de forma satisfactoria una intención comunicativa determinada. Son los géneros discursivos los que distinguen una carta comercial, de un sermón, una noticia periodística, una receta, una conferencia, un brindis, un contrato o una entrevista radiofónica, por ejemplo.
Los textos que pertenecen a un mismo género discursivo se han desarrollado históricamente en una comunidad de hablantes, dentro de un ámbito social o profesional, y comparten una misma forma de organizar la información y un mismo conjunto de recursos lingüísticos (registro, fraseología, etc.). El uso de los conocimientos lingüísticos y discursivos típicos de un género es convencional, esto es, está estandarizado y viene establecido por la tradición.
La noción de género se remonta a la Antigüedad clásica. La retórica griega establecía, como respuesta a las necesidades de administrar la vida de la ciudad y los conflictos comerciales, tres grandes géneros de discurso: el género deliberativo para la asamblea, el género judicial para el tribunal y el género epidíctico para las ceremonias. En la tradición de la crítica literaria se han elaborado clasificaciones para los textos literarios, atendiendo a criterios diversos: según la composición, la forma y el contenido (se distingue entre poesía, teatro, novela y ensayo); según el modo de concebir la representación de la realidad (géneros románticos, realistas, naturalistas, surrealistas, etc.); o según la organización enunciativa de los textos (géneros fantásticos, autobiográficos, novela histórica, etc.).
En el análisis del discurso y la lingüística del texto, se aplica el concepto de género para la descripción de los textos en general, y no solo los literarios. M. Bajtín (1952-53), deslingándose de la tradición literaria, plantea de forma novedosa el estudio de los géneros discursivos en relación con las que él llama «esferas de actividad social» de cada comunidad de hablantes. Según este lingüista ruso, la riqueza y diversidad de los géneros discursivos es inmensa, porque las posibilidades de la actividad humana son inagotables y en cada ámbito de uso (comercial, científico, familiar, etc.) existe un amplio repertorio de géneros discursivos que se diferencia y crece a medida que se desarrolla y se hace más compleja cada situación de comunicación. En este sentido, Swales (1990) y J. M. Adam (1999) han destacado el carácter histórico y cultural de los géneros discursivos: por un lado, los géneros pueden cambiar y desarrollarse para responder a los cambios sociales (ello explica, por ejemplo, la aparición de géneros nuevos, como los géneros electrónicos: chat, foro de discusión, etc.); por otro lado, en cada cultura las características discursivas y lingüísticas de un mismo género pueden variar (es el caso de la entrevista televisiva, un género muy marcado culturalmente).
Los géneros discursivos son –según la definición del lingüista soviético Mijail Bajtín– “tipos relativamente estables de enunciados”, es decir, tienen rasgos que se mantienen de manera más o menos constante, lo que nos permite distinguirlos y a los que resulta útil considerar a la hora de analizarlos.
Los criterios que se han utilizado en la lingüística del texto y el análisis del discurso para clasificar los géneros discursivos varían según el punto de vista teórico adoptado. Una distinción establecida en la lingüística textual es la que diferencia entre géneros discursivos (también llamados clases textuales en la lingüística germánica) y tipos de texto. Los tipos de texto son formas textuales definidas por sus características internas (estructurales y gramaticales), resultado de una conceptualización que persigue clasificar los textos en un sistema tipológico cerrado. En cambio, los géneros discursivos se definen pragmáticamente según parámetros externos, es decir, contextuales (propósito comunicativo, papel y estatus del emisor y del receptor, tipo y modo de interacción) y, a diferencia de los tipos de texto, no constituyen un repertorio cerrado de formas, sino que los géneros están abiertos, como se ha dicho, a los cambios sociales y culturales.
Para la enseñanza y aprendizaje didáctico de segundas lenguas, dos tipos de descripción son relevantes:
• caracterizar rasgos textuales típicos o convencionales de cada género discursivo (tipo de información, organización del contenido, marcas de emisor y receptor, registro, etc.), rasgos recurrentes y reconocidos por los participantes en una determinada actividad comunicativa; ello permite identificar correlaciones entre forma lingüística-función discursiva pedagógicamente útiles;
• explicar esta caracterización en el contexto tanto de las restricciones socioculturales como de las restricciones cognitivas que operan en cada ámbito de uso, en el sentido de que en cada cultura y comunidad de hablantes un mismo género discursivo (un testamento, una entrevista televisiva, un examen, por ejemplo) puede presentar unas normas o reglas formales y temáticas distintas a las fijadas por el uso en otro contexto sociocultural.


Contexto discursivo

El contexto discursivo es el conjunto de factores extralingüísticos que condicionan tanto la producción de un enunciado como su significado. Comprende un conjunto amplio y complejo de elementos, desde las circunstancias de espacio y tiempo en las que tiene lugar el evento comunicativo hasta las características, expectativas, intenciones y conocimientos de los participantes de dicho evento.
El hecho de que la situación en la que se produce un enunciado condiciona tanto su forma como el modo en que se interpreta fue un descubrimiento que la lingüística moderna hizo en época muy temprana. En efecto, a principios del siglo XX algunos estudiosos de la antropología lingüística, como Sapir o Boas, se interesaron por el conocimiento de lenguas en aquel momento poco conocidas, y en sus investigaciones enseguida se percataron de que para comprender y usar una nueva lengua no bastaba con aprender el código lingüístico, sino que se debía aprender mucho más. Poco más tarde, ya concluido el primer tercio del siglo, el estudio sistemático de los factores que forman parte del contexto discursivo fue objeto de las primeras descripciones sistemáticas en la obra del lingüista británico J. R. Firth. Posteriormente, con la teoría de los Actos de habla, la formulación del Principio de cooperación de H. P. Grice y los sucesivos desarrollos de las diversas escuelas del análisis del discurso, el concepto de contexto ha pasado a ocupar un lugar central en el estudio de la lengua en uso.
En la actualidad el término «contexto discursivo» designa realidades diversas, en función de la adscripción teórica de los autores que lo utilizan. En su sentido más restrictivo, el término alude únicamente a las circunstancias de espacio y tiempo en las que tiene lugar la comunicación, para las que algunos autores reservan el término «contexto comunicativo»; en un sentido más amplio, sin embargo, se incluyen también factores sociales, culturales y cognitivos relativos a los participantes del intercambio comunicativo. Según esta última visión, el contexto discursivo comprende, al menos, los siguientes tipos de factores interrelacionados:

Contexto espacio-temporal: se trata del entorno en el que tiene lugar la comunicación, e incluye las coordenadas espaciales y temporales en las que se produce un enunciado. Esta información tiene una especial relevancia para interpretar elementos deícticos, como los adverbios de lugar (aquí, allí) o de tiempo (ahora, hoy), las personas del discurso (yo, tú, él) o los tiempos verbales.
Contexto situacional: comprende tanto las circunstancias que perciben los interlocutores mientras hablan como el mismo discurso que van produciendo, que construye un contexto al que los emisores se pueden referir. En este sentido, en la producción y comprensión del discurso no sólo influye lo que los hablantes dicen, sino también lo que hacen, lo que ocurre mientras hablan y el hecho mismo de que lo hagan.
Contexto sociocultural: también condicionan la forma y la interpretación de un mensaje las características sociales de los interlocutores, que tienen por ejemplo una importancia decisiva en el empleo de fórmulas de cortesía.
Contexto cognitivo: incide finalmente en la comunicación el conocimiento del mundo que poseen y comparten los hablantes, así como las intenciones que persiguen en su acto comunicativo o que presuponen en su interlocutor.
En la enseñanza y aprendizaje de segundas lenguas, la toma en consideración del contexto ha ido estrechamente unido a la creciente importancia que han tenido las aproximaciones del análisis del discurso en la formulación de propuestas de base comunicativa. En concreto, ha tenido gran influencia en el abandono de los modelos centrados exclusivamente en la enseñanza de formas lingüísticas en favor de otros modelos que pretenden desarrollar la competencia comunicativa, puesto que ésta implica una consideración de los factores contextuales que inciden en la comunicación.

Intención comunicativa

La intención comunicativa es el propósito, la meta o finalidad que quiere conseguir, por medio de su discurso, el participante de un acto comunicativo. La intención modela el discurso del emisor, puesto que sus actos lingüísticos irán encaminados a lograr el propósito que persigue (aunque sea de forma inconsciente), a la vez que también influye en la interpretación del receptor.
La Retórica clásica ya partía de la naturaleza intencional del discurso, destinado a influir en el destinatario. Sin embargo, en planteamientos más recientes el desarrollo histórico del estudio de la intención comunicativa como factor que interviene decisivamente en la comunicación humana tiene su origen en la teoría de los actos de habla, propuesta en primer lugar por el filósofo británico J. L. Austin y desarrollada más tarde por el también filósofo J. Searle. Según esta teoría, comunicarse es una forma de actividad, de modo que los diversos tipos de actos de habla posibles (por ejemplo, asegurar, pedir, explicar...) responden a intenciones distintas (convencer, obtener algo, dar información...). En otros términos, la comunicación humana tiene como objetivo fundamental el conseguir determinados fines por medio del uso de la lengua, de tal modo que la actuación lingüística se compone de una serie de actos encaminados a la consecución de esos fines.
La importancia que la intención tiene en la comunicación humana, no obstante, no puede comprenderse de una manera cabal atendiendo únicamente al emisor del enunciado, sino que debe tomarse en consideración también el papel que desempeña el receptor. Éste, efectivamente, participa de una manera activa en la construcción del significado discursivo, puesto que presupone que el emisor hace uso de la lengua con un fin determinado, e interpreta el discurso del emisor en función de la hipótesis que hace sobre cuál es esta intención. Las presuposiciones del receptor constituyen un mecanismo fundamental en el proceso de inferencia que permite resolver las implicaturas conversacionales. Por ejemplo, ante una pregunta como [—¿Tienes hora?] el receptor debe interpretar que quien formula la pregunta no sólo está interesado en saber si lleva un reloj a la hora, sino que infiere que la intención del emisor es conocer la hora.
La comprensión del papel que la intención desempeña en la comunicación humana ha tenido gran importancia en el desarrollo de las diversas teorías del análisis del discurso. En este sentido, un dato que reviste especial importancia para la enseñanza es que las diferentes lenguas codifican de forma distinta las intenciones de los hablantes. Por ello, aprender una segunda lengua no consiste únicamente en adquirir formas lingüísticas, sino en conocer el valor que dichas formas tienen en el idioma. Esta idea está en la base del enfoque nocional-funcional y de los enfoques comunicativos en la enseñanza de segundas lenguas, que no programan el aprendizaje a partir de las formas lingüísticas sino a partir de situaciones de uso en las que prototípicamente se persiguen objetivos comunicativos determinados.

Bibliografía básica

1. Bajtín, M. (1952-53). «El problema de los géneros discursivos». En M. Bajtín. Estética de la creación verbal.
México: Siglo XXI, 1979, pp. 248-293.
2. Calsamiglia, H. y Tusón, A. (1999). Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso. Madrid: Ariel.
3. Castellà, J. M. (1996). «Las tipologías textuales y la enseñanza de la lengua. Sobre la diversidad, los límites y algunas perversiones». En Textos de Didáctica de la Lengua y de la Literatura, 10, pp. 23-31.
4. Instituto Cervantes (2006). Plan curricular del Instituto Cervantes. Niveles de referencia para el español. Madrid: Instituto Cervantes/Biblioteca Nueva, S.L.

Bibliografía especializada

1. Adam, J. M. (1999). Linguistique textuelle. Des genres de discours aux textes. París: Nathan/HER
2. Ciapuscio, G. E. (1994). Tipos textuales. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, Enciclopedia Semiológica.
3. Eggins, S. y Martín, J. R. (1997). «Géneros y registros del discurso». En Van Dijk, T.A. (comp.). (2000). El discurso como estructura y proceso. Barcelona: Gedisa, pp. 335-371.
4. Swales, J. (1990). Genre Analysis: English in Academic and Research Settings. Cambridge: CUP.

Fuente: Centro Virtual Cervantes © Instituto Cervantes

2 comentarios:

  1. Muy buena explicación, me sirvió mucho para realizar un Análisis Crítico del Discurso las nociones mencionadas de Bajtín.

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  2. Gracias, excelente material. Me sirvió bastante la clasificación y distinción de los géneros discursivos, según Bajthin y otros especialistas para mi Tesis de Maestría en Lingüística Aplicada.

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