19 julio 2011

Algunas cuestiones de tipología textual


Algunas cuestiones de tipología textual
BERNÁRDEZ, Enrique, Cap. XI, “Algunas cuestiones de tipología textual”, de “Teoría y epistemología del texto”, Cátedra, Madrid, 1995. Adaptación.

Hay denominaciones de tipos de textos concretos: cartas comerciales, recetas de cocina, textos científicos, etc.
Lo mismo sucede en la comunicación cotidiana, donde utilizamos los numerosos términos que indican tipos de texto más o menos precisos; lo mismo sucede en los estudios literarios al tratar los géneros; en lingüística textual o en lingüística generativa.
Para reconocer hechos estilísticos es necesario considerar el tipo de texto, pero también para estudiar fenómenos sintácticos: el orden de las palabras, por ejemplo, depende en muchas ocasiones de esa variable.
De manera que para estudiar gran cantidad de fenómenos del uso lingüístico es imprescindible tener en cuenta las características del tipo concreto de texto en el que aparece ese fenómeno.
La lingüística textual ha tenido que plantearse la cuestión de las tipologías textuales desde el punto de vista práctico y teórico. Desde el práctico porque es evidente que la construcción de un texto depende en gran medida de qué clase (tipo) de texto es.
Y ello no sólo con vistas al estudio lingüístico-textual teórico o general, sino sobre todo para usos prácticos. La enseñanza de las destrezas de lectura y escritura en la lengua materna o en lengua extranjera, sobre todo en la enseñanza de lenguas con fines específicos, consiste en buena medida en definir tipos de texto y señalar sus características estructurales, su estructuración sintáctica, su vocabulario, etc.
En este terreno, como en medida quizá algo menor en los estudios de procesamiento del lenguaje natural dentro de la Inteligencia Artificial, se ha avanzado bastante.
Heinemann y Viehweger proporcionan siete razones que abogan por la existencia “real” de tipos de textos:
a) Los hablantes poseen un conocimiento de tipos de texto que les permite producir y comprender textos adecuados a situaciones concretas de comunicación;
b) los hablantes son capaces de repetir un mismo texto en diferentes situaciones comunicativas sin utilizar las mismas estructuras (textuales y sintácticas) ni el mismo vocabulario;
c) los hablantes son capaces de organizar los textos y asignarles etiquetas;
d) para muchos textos hay señales características, como expresiones típicas, principios de organización, que pueden tener función indicadora de tipo de texto;
e) los hablantes saben que a un tipo de texto convencional le corresponden determinados contenidos temáticos o funciones comunicativas (una carta íntima trata de temas personales, pero no una de negocios ni un artículo de prensa; se sabe distinguir una noticia de un artículo de opinión, etc.);
f) los hablantes de una comunidad pueden identificar errores de clasificación de los textos, así como indicar que se produce un cambio de tipo de textos;
g) “los esquemas textuales o las estructuras textuales globales son resultado y precondición de la actividad lingüística de una comunidad humana”.
Parece evidente que lo señalado por los autores alemanes es una de las características más claras y significativas de nuestro “conocimiento textual” (también llamado competencia textual).
Podemos no saber formular estrategias de construcción de los textos – situación habitual -, pero en cambio no tenemos demasiados problemas para catalogar y etiquetar los textos que oímos o leemos, e incluso criticar hasta qué punto están “correctamente construidos” como textos de ese tipo.
La cuestión es dilucidar si pueden entenderse los tipos de texto como un producto del proceso de regulación.
Un texto puede considerarse como una configuración de estrategias. Construir un texto, entendido como intermediario entre P y R, es realizar una acción compleja en constante (inter-) dependencia del contexto C.
Esa acción compleja está integrada por un número de subacciones más simples, con dependencia algo menor del contexto, y éstas a su vez por otras, cada vez más simples, más independientes del contexto (porque éste es también más simple según descendemos la escala) y más automatizadas.
En todo el proceso intervienen principios (cognitivos) generales, como el de reducir el esfuerzo de procesamiento al mínimo posible para conseguir el resultado deseado en cada acción. En el nivel de menor dependencia del contexto, la estructura del lenguaje proporciona ya las acciones o estrategias de máxima probabilidad. La probabilidad va disminuyendo, acompañada de un descenso del automatismo y un aumento correspondiente de la complejidad, según nos acercamos al texto.
En cada posible nivel (operativamente) definible, las acciones o estrategias más probables y automatizadas son las consideradas prototípicas, y el hablante las utilizará ceteris paribus para estructurar su mensaje.

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